viernes, 21 de marzo de 2014

Personajes para El Reino de la Sombra: Gilda


Gilda nació en la casa de un noble. Su madre fue violada por su señor y dio a luz a una hija que despreció desde el mismo momento de su nacimiento. Aún así la mantuvo a su lado, y Gilda creció para convertirse en una doncella de palacio. Sin embargo, las cosas terminaron por torcerse. El señor de la casa, que por lo que parece acostumbraba a aprovecharse de las sirvientas del palacio, intentó atacarla. Gilda entró en pánico, tenía solo 15 años. Cuando el infame señor se encontraba ya sobre ella, desesperada se defendió con uñas y dientes. Literalmente. Uno de sus mordiscos alcanzó el cuello del señor, y presa del pánico Gilda cerró la presa con tanta fuerza como pudo y tiró hacia sí. La cama no tardó en verse cubierta de sangre, igual que la propia Gilda, y el señor cayó muerto. Vio entonces que su madre estaba en la puerta, con un cuchillo en la mano, y mirándola como quien mira a un monstruo. Se acercó a ella y la abrazó.

Gilda escapó del palacio esa misma noche, sin apenas tener tiempo para cambiarse las ropas ensangrentadas. No sabe qué fue de su madre, pero lo más probable es que fuera acusada de la muerte del señor y ajusticiada. A decir verdad, no le importó demasiado. Asustada y sin saber a donde acudir, escapó al campo, a las aldeas.

Habiendo crecido en un palacio como doncella, los conocimientos de Gilda no le fueron de demasiada utilidad a la hora de conseguir sustento. Acabó dedicándose a mendigar por las aldeas, haciendo algún pequeño recado aquí y allá. Era inteligente, se cortó el cabello y procuraba vestir como si fuera un joven. No era especialmente alta, por lo que la gente solía tomarla por un chico, casi un niño, aunque ella estuviera ya cerca de los dieciocho. La falta de alimento la consumía, reduciendo aún más su figura. Era una versión patética y hambrienta de sí misma. 

Un día, mientras mendigaba a la entrada de un templo. Una mujer se paró frente a ella. Era mayor, pero de un atractivo inmenso. Sus ojos eran profundos y atemorizantes, los ángulos de su rostro duros. Había una belleza cruel en esa mujer. Vestía como una campesina, pero algo en su porte hacía pensar en una noble. Gilda rogó por una moneda, y la mujer le ofreció un hogar.

La extraña se llamaba Isabel. Vivía en las afueras del pueblo y estaba casada con un mamarracho que cuidaba de un piara de puercos, aunque podría decirse que ponía más atención en el cuidado de su borrachera, que parecía no decrecer nunca. El vientre de Isabel se había quemado, según le contó, y no podía concebir. Era por ello que quiso tomarla como sirvienta, y también como hija. Los años que Gilda vivió con Isabel fueron los más felices de su vida. La mujer, aunque asustaba a Gilda, le causaba también admiración. Era ella, y no su marido, la que llevaba de verdad el gobierno de la casa. El patético hombrecillo no se atrevía a levantarle la voz, y cuando ella le hablaba para reprenderle, palidecía de terror. Gilda no tardó mucho en escuchar los distintos rumores que sobre su ama corrían por el pueblo, la mayoría relacionados con la brujería. A Gilda no le importó, y tampoco le sorprendió enterarse de que, efectivamente, su ama era una auténtica bruja.

De ella aprendió Gilda todo lo que necesitaba saber sobre el culto a la Madre Lilith y los poderes que esta podía ofrecer a sus más devotas hijas. Gilda aprendía con rapidez, e Isabel se mostraba satisfecha y sorprendida por sus avances. Sus rituales no eran grandes ni poderosos, pues sabían que era importante no llamar la atención. Pero Isabel no se sentía satisfecha solo con su hija adoptiva, su deseo de un hijo nacido de su vientre aumentaba día a día, y el tiempo se le agotaba pues ella iba envejeciendo. Finalmente, fue ese mismo deseo el que acabó con ella. 

Lilith le reveló en sueños un ritual que sanaría su vientre para que de esa manera pudiera concebir. Para llevarlo a cabo, sin embargo, era necesaria la vida de una doncella aún pura. Aunque Gilda fue sin duda su primer pensamiento, en seguida lo desechó. Ella era a su manera también su hija, y la quería. Le contó a Gilda cómo debía realizarse el ritual, y juntas raptaron a la hija del herrero, que Gilda sabía que era aún virgen, y en una noche de luna llena la asesinaron para dar forma a su ritual. Este salió bien, y pocas semanas después Isabel estaba en cinta. Desgraciadamente, no vivió lo suficiente para ver a su hijo. Su marido, que esa noche las había seguido en secreto, y harto ya de sus continuas vejaciones, la denunció, pues estaba convencido que el hijo que Isabel llevaba en su vientre era cosa del Mal. Gilda logró escapar, pero Isabel fue apresada, apaleada y quemada.

Sin ningún otro lugar al que acudir, Gilda regresó a la ciudad, y valiéndose de sus nuevos poderes y de su antigua educación, Gilda consiguió trabajo como dama de compañía en la casa Vilagris, cuando era ya mayor, le fue encargada la educación de Eliel Vilagris, la hija pequeña de la familia. Con el tiempo ha dominado o subyugado a buena parte de los servidores de la casa, ha envenenado la mente de Adelia Vilagris, madre de Eliel, y no duda que será tarea fácil librarse de Davo Vilagris, padre y señor de la casa. Sus planes no tardarán en dar sus frutos, y será entonces su niña la que gobierne la casa, con ella como fiel consejera.

Gilda
(Mujer del norte)

Tamaño: Mediano (162 cm, 70 kg).
Características: Fuerza 12, Destreza 10, Constitución 12, Inteligencia 13, Sabiduría 16, Carisma 14.
Velocidad: 9 metros.

Rasgos raciales: Énfasis x2 (+4 Oficio: sirvienta y +4 Saber: local), Énfasis (+2 Averiguar intenciones y Recabar información), Énfasis (+2 Diplomacia y Engañar), Entorno predilecto (rural), +3 PA.
Habilidades: Artesanía (tejer) +3, Artesanía (alquimia) +6, Atención +7, Averiguar intenciones +7, Buscar +3, Concentración +5, Diplomacia +6, Disfrazarse +6, Engañar +9, Intimidar +7, Medicina +7, Oficio (sirvienta) +7, Recabar información +6, Saber (religión-Lilith) +9, Saber (arcano) +3, Saber (nobleza y realeza) +3, Saber ocal) +6, Sigilo +2. Total 14
Dotes: Competencia con armas (sencillas) (G), Entorno predilecto (palacios) (G), Favores (G), Poco conocido (G), Posición social 1 (servidora de confianza de la nobleza) (G), Aguante (F), Resistencia al veneno (F), Fe (V), Intuición (V), Memoria eidética (V). Total 10
Bonificaciones: Ataque +1, Fortaleza +2, Reflejos +0, Voluntad +8. Total 7
Aptitudes sobrenaturales: Favor divino (Lilith) 6. Total 12
Atributos sobrenaturales: Conjurar en silencio, Prolongar conjuro. Total 2 
Milagros:
Magnitud 0: Curar heridas menores, Detectar auras mágicas, Infligir heridas menores, Leer magia, Luz, Purificar comida y bebida, Resistencia y Virtud. 
Magnitud 1: Alarma, Causar miedo, Curar heridas leves, Dormir, Escudo de la fe, Infligir heridas leves, Invocar montruo 1, Orden imperiosa, Perdición. 
Magnitud 2: Augurio, Curar heridas moderadas, Infligir heridas moderadas, Situación. 
Magnitud 3: Lanzar maldición, Quitar maldición, Plegaria. Total 15
Combate: Iniciativa +0, Movimiento 9 metros, Defensa 10 (desp 10), Cuchillo +0 (1d4+1, 19/x2), Aguja de tejer +0 (1d3+1), Derribar/Presa: +1
Salud: Puntos de Resistencia 26, Umbral de Herida Grave 9.

Gilda evitará todo combate en la medida de lo posible, y es más probable que al verse rodeada se rinda a que intente luchar. En caso de que le sea posible, huirá. Normalmente hará uso de sus conjuros para debilitar todo lo posible a sus enemigos mientras otros se hacen cargo de ellos. En un 1 contra 1 empezará lanzando una maldición para seguir a continuación con Infligir heridas menores. Contra grupos más grandes, se apresurará a usar Dormir mientras habla con ellos, pues no le hace falta hablar para lanzar sus conjuros. Solo un clérigo podría advertir que está conjurando algo por la posición de las manos, que parecen estar en actitud de oración, y aún así sería necesario que superase una tirada (en secreto) de Saber (religión-cualquiera) a la misma CD que el conjuro que pretenda lanzar Gilda.

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