miércoles, 7 de febrero de 2018

Mecánicas narrativas

Siempre he sido de la opinión, de que las mecánicas en un juego de rol existen para enriquecer la narrativa.

Karl Stjernberg

Conozco mucha gente que opina que reglas e historia van cada uno por su lado, pero yo soy incapaz de concebirlos separados. Para mi, cada parte de la ficha del personaje debe hablar, debe decir algo sobre el personaje y quién es, además de lo que puede hacer. Al fin y al cabo, nuestros actos son los que nos definen, como decía aquel, y en el caso de los pjs no iba a ser menos.

El mundo de juego se sostiene en dos cosas: la mente de los jugadores y las reglas del juego. Sostenerla únicamente en la mente de los jugadores es mala idea, a mi parecer. Las mentes son frágiles, subjetivas, olvidadizas. Cómo ve uno una escena puede tener poco que ver con cómo la entiende el otro. Hace falta un gran nivel de compromiso y compenetración para que eso funcione, o de otra manera imponer una suerte de dictadura del máster como árbitro último y supremo cuyas decisiones todos deben acatar, sin más fundamento que su autoridad investida. Quizá lo haga sonar peor de lo que es, pero si eso es lo que opinas, estas reforzando mi idea. Yo lo veo así, tu lo ves asá, ya hay lío montado. Y en la partida no queremos líos. Queremos claridad y acción.

Cuando la ficción y el mundo de juego están sustentados por unas reglas sólidas (que no necesariamente exhaustivas) que ayudan a todo el mundo a entender las escenas de la misma forma, estamos ante unas buenas reglas. Como siempre, es ante todo el espíritu de las reglas lo que se debe respetar. Cuando demasiadas palabras, textos, apartados y subdivisiones que pretenden cubrir cada mínima circunstancia ocupan el grueso de las reglas, lo que tenemos entre manos es un arma. Y las armas llaman al conflicto. El espíritu se pierde entre las letras, el mensaje se diluye entre tantas excepciones, y la libertad de acción de un individuo (o pj) se constriñe hasta límites ridículos en la maraña formada por palabras inútiles. Las reglas ya no amparan la partida y a sus integrantes, si no que los oprimen, hacen miserable al máster y lo limitan en sus funciones y hacen miserables a los jugadores y los limitan en sus posibilidades.
Una jaula dorada llena de tablas.
Las reglas no están ahí para eso. No están ahí para cubrir el más mínimo detalle. Las reglas están ahí para transmitirte un juego entero, para mostrarte si en ese mundo podrás combatir con un dragón o no, para decirte si en las partidas hackear un cerebro es posible o si a lo que estás jugando es una película de acción de los ochenta o una de terror de los años cincuenta. Las mecánicas son la forma que tiene el juego qué es lo importante, dónde deberías hacer énfasis, y por qué los personajes son especiales (si es que lo son). Me parece positivo cuando las mecánicas enfocan a los personajes hacia unos arquetipos concretos, sea por la utilidad o por disponibilidad, si es lo que el juego pretende. Muchos juegos se enorgullecen de una "libertad de elección total", pero tampoco está mal que haya arquetipos, porque eso te habla del mundo de juego, de qué tipo de historias y protagonistas te vas a encontrar en él. Está bien a veces retorcer esos arquetipos, pobar cosas distintas y extrañas, porque precisamente por su rareza consiguen carácter y ofrecen la oportunidad, en su contraste, de descubrir aún más del mundo de juego. Las mecánicas son el alfabeto con el que escribimos la ficción sobre la mesa, son el lenguaje arcano y rúnico del que nosotros extraeremos la narración, y no al revés.

Las mecánicas son el esqueleto de la narrativa, su materia prima, de la que los jugadores y el máster, como adivinos antiguos leyendo las entrañas de alguna bestia, extraerán su historia. Hacerlo al revés (imponer una historia ya escrita sobre dichas entrañas) es peor que ser un mal adivino. Es ser un farsante, y es engañarte a ti mismo. Hay muchos medios de adivinación. Si este no te gusta, encuentre uno que te permita leer la partida que quieres jugar, en lugar de insultar a los dioses con el sacrificio equivocado.

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